Friday, March 17, 2006

"Café con textículos” de Jorge Díaz


Si lees el nombre de Jorge Díaz y piensas en “El cepillo de dientes”, tu paso por la enseñanza media no fue en vano. Como muchos autores de lectura obligatoria, Díaz suele ser asociado con la obra que a uno conoció en el colegio. Por esto, su imagen se percibe revestida de una incomoda solemnidad de autor “clásico”, lo que hace que muchas veces se tome distancia. Si este es el caso, “Café con textículos” da el pie para sacarse esos estereotipos y conocer al autor en una faceta lúdica y despeinada.
Jorge Díaz tiene una extensa creación teatral, poética y literaria que revela una voz irreverente, crítica y sarcástica hasta el limite entre risas y lágrimas.
“Café con textículos” desde la partida incomoda al lector con el llamado: “no me crean ni una palabra”. Acto seguido, Díaz despliega su visión de mundo, agazapado en la mesa de algún café de este planeta. Allí registra en servilletas notas e iluminaciones que, luego de años, le dan forma a este volumen. El resultado es un diálogo consigo mismo, un diálogo contra si mismo, un diálogo a pesar de si mismo; afirmaciones contundentes y vitales que se leen con apuro y sorpresa.
En la obra de Jorge Díaz el teatro es central, aunque este texto no sea para representación escénica. De hecho, aparecen una serie de comentarios y reflexiones sobre este, pero de tal modo que es notorio que para el autor su vida es el teatro y viceversa. En una mesa del Tavelli, contempla la función que sus conciudadanos representan, haciendo como que viven.
“Café con textículos” nos embarca en un viaje desde la solemnidad hasta la carcajada. Con textos como frases para el bronce o enseñanzas de un maestro Zen desenfadado, debiera ser lectura obligatoria en colegios que quieran formar niños felices, irónicos y despiertos. (¿Hay colegios así?)
Continuación “ilógica” de una anterior publicación (“Textículos ejemplares”), ambos se pueden recorrer independientemente, como una puerta abierta para conocer a un autor que entrega su humor inocentemente sacrílego, como un niño que levanta la falda de la tía para revelar por propia mano los misterios gozosos de la vida. Verbo simple y contundente, una voz que hace falta oír, disparos de palabra para despertarse muerto de la risa.

“Café con textículos”
© Jorge Díaz
162 páginas
RiL Editores
Santiago de Chile, 2005