Wednesday, July 09, 2008

Aullido, Allen Ginsberg

Ya es una señal de alerta ver que un libro de poesía es publicado al alero de una colección de narrativa tan célebre y rigurosa como lo es la serie “Panorama de narrativas” de Anagrama. Y ojo con eso, que estamos ni más ni menos que ante uno de los monumentos de la literatura norteamericana del siglo XX. Nos referimos al texto “Aullido” de Allen Gisnberg.
Ginsberg se ubica en el centro de la gran constelación de la corriente Beatnik, junto a santidades como Jack Kerouac, Lauwrence Ferlinghetti y William Burroughs, entre otros. Si hay algo como un “canon” de poesía comprometida con su tiempo, “Aullido” está en el centro de la atención. Poema desafiante como pocos, en él Ginsberg se adentra a las honduras del espíritu de insatisfacción en la nación norteamericana, han anunciando la gran lluvia que habría de venir.
El momento de su lanzamiento (primero como lectura pública y más tarde como edición “formal”), marca un antes y un después y re instala la figura del poeta como visionario y provocador que busca despertar a la ciudad dormida. Es la senda del iluminado que se lanza sin temor a lo suyo, como un Sócrates bebiendo la cicuta, o un Rimbaud abandonando todo a los dieciocho años para ir en busca de la última señal de vida. Aullido es un extenso alegato a favor de la libertad del cuerpo y el espíritu, y no en vano se convirtió en inspiración para la siguiente generación, la que se lanzó a “tener el mundo y tenerlo ahora”, en la década de 1960.
En ese sentido, el texto se reafirma, edición tras edición, como un vestigio cultural relevante del poeta como encarnación del espíritu de una época. Desde el arranque, sus verbos ya proverbiales le hacen honor a un título arrasador y demasiado significativo: el aullido del dolor y del placer, el aullido de la búsqueda de santidad y el alma que cae en llamas a la tierra después de un vuelo liberador: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas, desnudas”.
Después de este grito desgarrado, ya nada fue igual. La buena conciencia de la Nación Americana despertaba tarde a sus propias pesadillas. Vino el rock and roll y le puso música al furor, la libido y la rebeldía. Y allí, en medio de la fiesta, Allen Gisnberg tomaba su lugar como uno de los inspiradores de ese éxtasis. O sino, pregúntenle a Bob Dylan, pregúntenle a toda una camada de artistas que abrieron sus mentes leyendo a Gisnberg. Un aullido eterno. Una voz que no se agota en su largo caminar. Un auténtico profeta.

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