Wednesday, July 09, 2008

Se oyen los pasos, Gonzalo Planet

La literatura especializada en rock chileno poco a poco va sumando títulos, los que son un intento por llenar un injusto vacío teórico. Esto, en medio de una realidad a ratos paupérrima, hace que se reciba con alegría un esfuerzo como el de Gonzalo Planet y su libro. Revisamos ahora la reedición y ampliación de su libro de 2004 “Se oyen los pasos”.
El texto repasa en 300 páginas los momentos seminales de rock and roll nacional, en las intensas décadas de los 60 y 70. Tiempo de intenso cambio y saltos evolutivos, tanto sociales como artísticos y políticos. el rock en todas partes se consolida como un componente esencial de la cultura del siglo, y Chile no fue la excepción. Lo interesante que asoma en este libro es ver las particularidades de este proceso a nivel local.
Lo primero que asoma es la aparición de la tendencia de guitarra y bajo como una respuesta ante las endulzadas propuestas de la “Nueva Ola”. Este movimiento copiaba fielmente el inofensivo sonido de los “pretty faces” norteamericanos, y en el fondo era una mera implantación. Ante eso, aparecen grupos como Los Vidrios Quebrados, Los Beat 4 o Los Jockers que comienzan a dar cuenta de otras tendencias, como el beat, el soul y el hard rock. ellos abrieron el camino para la entrada del rock más rupturista a las orejas nacionales.
A contrapelo del conformismo de mercado, estas y otras bandas comenzaron a abonar el terreno para que sonidos más duros y experimentales intentaran tomar por asalto la provinciana paz de aquellos tiempos.
Más allá de lo cantado en las letras, lo que esos pioneros intentaron imponer era más que nada la actitud, y esa es una de las cosas que sorprende al leer el texto. Se adivina un fondo represivo, conservador y agresivo en contra de estos desenfadados chascones que se atrevían a romper la monotonía ambiente con su incipiente jipismo. Ahí uno se encuentra con anécdotas tragicómicas, como cuando los Jockers fueron atacados una noche por una turba que, tijera en mano, procedieron a raparlos, imponiéndoles así el look de “gente decente” que era obligatorio en esos tiempos. Mirando en retrospectiva, gestos como esos ayudan a entender el porqué un país así de intolerante terminó siendo gobernado durante 17 años por una dictadura, que finalizó con un 43% de apoyo, a pesar de las barbaridades cometidas por ese gobierno.
en ese sentido, se reivindica la figura del rockero y su rebeldía primaria, libre de discursos e ideologías. Y esto es claro cuando se revisa que la prensa de izquierda y derecha condenaba al unísono el modo libre de vivir y crear de esas y otras bandas.
El libro cubre el período entre 1964 y 1973, con lo cual se engloba lo esencial del rock patrio. Aparecen próceres como Los Jaivas, Congreso, Los Blops y Aguaturbia. Todos ellos son nombres imprescindibles en la cultura popular chilena.
“Se oyen los pasos” se lee con agrado. Se nota que está escrito desde las entrañas del estilo, con mano de músico y fan, pero sin caer en la autocomplacencia. Se respira respeto y admiración, pero a la vez mucha serenidad en la mirada. Es un volumen de continuidad, que reclama una continuación y sucesivas re ediciones, que amplíen el rango cubierto y la profundidad. Ahora, lo imprescindible también es que se hagan reediciones de la música reseñada, y no tener que andar dependiendo de la informalidad cibernética de los sitios “torrents” de Internet. En fin. A más de cuarenta años desde que algunos “coléricos” se atrevieron a subir el volumen de sus amplificadores, seguimos escuchando sus pasos, en el corazón.

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